sábado, 24 de julio de 2010

NO SOS VOS, SOY YO


Nueva crisis entre Colombia y Venezuela. Muecas y sonrisas entre Uribe y Santos.

Ningún observador cauto debería sorprenderse ante esta nueva escalada de tensión entre Caracas y Bogotá. Inclusive uno medio distraído podría recordar al menos media docena de episodios similares en los últimos años. Sin embargo, lo reiterativo no quita lo real. El proceso político venezolano y el colombiano son tal vez las dos caras antagónicas de la América Latina actual y la juntura entre ambas es una verdadera “frontera caliente” territorial e ideológica.

En esta oportunidad, a escasos días de dejar el poder, el presidente Álvaro Uribe acusó a su vecino de albergar guerrilleros de las FARC y del ELN. Lo hizo luego de que su sucesor Juan Manuel Santos anticipara sus intenciones de mejorar las relaciones diplomáticas con Venezuela y Ecuador. Después, un verdadero show en la Organización de Estados Americanos, con pruebas inconsistentes pero discursos demasiado inflamados. Tras cartón, Caracas anunció ruptura de relaciones y la UNASUR, otra vez, se lanzó a disputarle a la OEA un espacio como ámbito de resolución de conflictos regionales.

POLI-BUENO, POLI-MALO

La pregunta es entonces dónde quedaron las promesas de reconstrucción del presidente electo Juan Manuel Santos. El silencio en el que se sumió tras la avanzada uribista es un indicio que pone de manifiesto un acuerdo, o al menos, una intención de no mostrar diferencias con el actual mandatario. Las tímidas declaraciones que realizó desde México y Panamá ratifican este punto.

Por otra parte, los antecedentes de Santos al frente del Ministerio de Defensa en ocasión del ataque armado sobre suelo ecuatoriano en 2008 echan un manto de desconfianza sobre las verdaderas intenciones del electo presidente colombiano.

Desde esta perspectiva el diferendo actual viene a confirmar una estrategia de política exterior de larga data en el gobierno uribista: la internacionalización del conflicto colombiano: la búsqueda de participación de gobiernos vecinos y de la región en la solución militar o política a una disputa con las FARC que lleva más de medio siglo.

En este sentido podría haber simplemente un cambio de roles: Álvaro Uribe, el nuevo vocero de las posiciones más radicales del oficialismo. Mientras tanto, el Santos presidente aparece como el portador de los discursos mesurados, más dignos de un Jefe de Estado recién asumido o en vías de hacerlo.

Así parece clara la continuidad de la política diplomática de Bogotá hacia Caracas, lo que anticipa nuevos roces teniendo en cuenta lo belicoso del pasado de la relación con Venezuela.

Pero por otra parte, ¿cuál sería el objetivo de esta nueva tensión con el gobierno de Chávez? La Senadora Piedad Córdoba aseguró en las últimas horas que el Embajador de Uribe ante la OEA “quería provocar la ruptura de relaciones” ya que “le dijo Dictador, incompetente, represor a Chávez, y eso es inadmisible”. Desde este punto de vista, si el objetivo fuera simplemente sostener las diferencias con Caracas, no existía la necesidad de sobreactuar este nuevo conflicto. Era necesaria solamente una declaración al respecto, más aún en la víspera de la asunción del nuevo Jefe de Estado.

Por el contrario, la situación parece indicar que existe algún objetivo distinto, aunque tal vez complementario al de sostener la orientación de la administración uribista de la política internacional. No en vano el mandatario brasileño Lula Da Silva calificó como “extraña” la situación generada por el presidente Uribe a escasos días de dejar el mando.

Por eso no debe descartarse evaluar una cierta distancia entre Santos y Uribe, una distancia que llevó a este último a coronar su salida de la Casa de Nariño ofrendándole a su sucesor un bautismo de fuego en lo que hace a su relación no solo con Venezuela, sino con toda la región.

ENEMIGOS ÍNTIMOS

Hace algunos días el ex vicepresidente venezolano José Vicente Rangel alertó que Uribe pretendía condicionar la política exterior del nuevo Jefe de Estado colombiano quién se había expresado a favor de normalizar las relaciones con Venezuela. “Busca perpetuar las malas relaciones” dijo Rangel y destacó diferencias al interior de la alianza Uribe-Santos.

En el mismo sentido, varios analistas han señalado las presiones ejercidas por los sectores productivos colombianos a la hora de recuperar las relaciones comerciales con Caracas. El comercio entre ambos países se ha reducido de 6 mil millones de dólares a apenas 700 en la actualidad. La tarea de Santos, según explica el politólogo venezolano Modesto Emilio Guerrero es “normalizar el intercambio” una vez concluída la etapa uribista, que priorizó la victoria militar sobre los grupos insurgentes, principales enemigos del modelo de desarrollo contemporáneo de Colombia.

Paralelamente hay que señalar la necesidad política del actual mandatario quien busca mantener influencia frente al nuevo Jefe de Estado. Líder indiscutido del oficialista Partido de la “U”, Uribe buscará sostener su altísima imagen pública a base de acciones y definiciones contundentes que le marquen el camino a un Juan Manuel Santos que tratará de sostener un perfil propio, pero sin confrontar con el antioqueño, portador de las preferencias mayoritarias del electorado.

Esta misma tesis es sostenida por la izquierda colombiana del Polo Democrático Alternativo, que avizora un escenario de confrontación velada entre Juan Manuel Santos y Uribe por el liderazgo del partido, y del proceso. Allí, una preminencia de Uribe significa la continuidad de lo hecho en los últimos años, mientras que una victoria de Santos, evalúan, priorizará una normalización de relaciones con Venezuela al menos en clave comercial.

En esta línea, se ha señalado una diferencia sustancial entre ambos referentes: mientras que Santos representa al sistema político tradicional colombiano, Uribe fue un emergente de la situación de violencia que tuvo en el conflicto interno su razón de ser. Con Santos “volvió la oligarquía al poder” se le oyó decir a un senador neogranadino hace algunos días. Desde esta perspectiva, Santos buscará fortalecer a los sectores industriales, bancarios y cafeteros que exigen el regreso del comercio con su otrora principal socio. Por el contrario, la emergencia uribista, dictada por la agudización de la batalla entre paramilitares y guerrilleros, habría llegado a su fin, al menos en cuanto a su posibilidad de conducir el proceso político nacional.

Es allí donde el actual presidente deja su sello, y el escándalo provocado en los últimos días es a la vez un epílogo de gestión y una señal de disputa interna hacia el futuro.

Sin embargo, esta tesis no debe descartar una escalada de la tensión en los próximos días. Un delicado equilibrio separa una estrategia político- diplomática compleja de una situación de violencia armada entre dos naciones. Un simple chispazo. Sobre todo cuando en el medio hay bases militares extranjeras, grupos guerrilleros, gobiernos vecinos y una potencia continental que no ceja en su intento de desestabilizar a los procesos políticos de cambio en América Latina.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pablo, ambas posibilidades son razonables: que haya un entendimiento Uribe-Santos, y que sea una búsqueda de Uribe para conservar poder y delimitar a Santos. Creo que nos faltan, dada la distancia, elementos para una certeza, y no es un tema que se pueda simplificar. Los elementos se entremezclan, hay contradicciones y dualidades, y hay que aceptarlas. Uribe y Santos siempre fueron un tándem político. A la vez, son dirigentes erigidos sobre la base de estructuras y práticas de tipo mafioso -entre otros "insumos"- y seguro tienen mil facturas que pasarse. A la vez, bien sabemos que Chávez construye política más sobre la base de los estados de confrontación que de cualquier otra manera. No puede olvidarse, en ese sentido, que está frente a un proceso electoral y con dificultades económicas. En fin, la complejidad es altísima y, como siempre en nuestra región, lo imprescindible es que la conflictividad baje, porque ya sabemos quién puede venir a visitarnos si hay tiros. En esto, ojalá Lula y Kirchner usen todo lo que tienen a su alcance para frenar esta escalada.

Anónimo dijo...

Pablo, perdón, no sé cómo hacer la identificación. Ya sabés que, por la edad, la informática me supera. Por eso no sé cómo identificarme en el comentario anterior. Un abrazo, Hugo.