domingo, 3 de octubre de 2010

Correa, Caperucita y Vargas Llosa en #Ecuador


Ahora si, con resultados parciales en Brasil, pienso en otro tema.

Pienso en la cantidad de voces que intentan argumentar que lo de Ecuador no fue un intento de Golpe de Estado.

Se preguntan, nos preguntan: ¿por qué fue hasta el regimiento copado por la policía?, ¿estuvo realmente secuestrado o eligió quedarse en ese hospital? ¿por qué provocó a los policías con el memorable “mátenme”?

Se esfuerzan por argumentar, de mil maneras distintas, que el Presidente Correa “no fue inocente”.

¿Inocente de qué?

Un golpe de Estado, o un intento de golpe, no es un hecho fáctico simplemente. Es parte de una trama política. De la misma manera, la defensa del gobierno de Correa es una defensa política.

Tiene densidad, rosca, decisiones. Y apuesta. Hay mucha apuesta en un momento así.

Es evidente que Correa no llegó hasta el acuartelamiento como Caperucita Roja llega a la casa de su abuela.

Llega hasta allí para desencadenar los hechos, trastocando los tiempos de la conspiración (tras todo golpe hay una conspiración, al menos en el sentido de un plan de conocimiento restringido)

Intuyo que Correa tiene el dato de lo que viene y toma la decisión de arriesgarse para intentar detener el golpe, o al menos trastocarle los planes a sus organizadores.

Así alerta al mundo, moviliza a su tropa, gana tiempo.

¿Qué ganan los que intentan imponer la idea de que hubo intencionalidad política por parte del presidente?

Piensan lo mismo que Vargas Llosa. Que uno come vidrio.

Por lo demás, la balacera que pudo verse en TV es una evidencia de la magnitud del hecho.

Nadie se caga a tiros con el ejército por un bono de navidad.

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